Siguiendo las indicaciones de los dos ancianos, el príncipe y su comitiva se dirigieron al castillo donde se hallaba la esfera, que a su vez, era el hogar del terrible monstruo.
Cabalgaron sin descanso con esperanzas renovadas por llanuras y colinas. Surcaron un amplio mar de aguas cristalinas, cruzaron las montañas más altas jamás vistas y transitaron la espesura de los oscuros bosques. Atravesaron todos esos peligros por encontrar un objeto no sabían si quiera si existía, todo por ayudar a la princesa, todo por amor.
Una noche, la larga marcha tocó a su fin. La silueta de un gran edificio recortaba orgullosa el horizonte, un gigante de piedra con torreones y almenaras ensalzaba el paisaje. Aunque otra figura más siniestra se alzaba vigilante. Una criatura de alas aterradoras y exuberante cola, sobrevolaba amenazante la zona.

En un principio, el terror paralizó a la compañía, pero la valentía del príncipe ensalzó el ímpetu de los caballeros, animándolos a completar la misión.
Acamparon a una distancia prudencial de la guarida del monstruo y pasaron la noche al raso. Necesitaban descansar antes de enfrentarse a tan terrible enemigo…