Érase una vez, un príncipe y una princesa.
El príncipe amaba a la princesa más a que a nada en el mundo y ella le correspondía todos los días con cientos de besos y caricias.
Correteaban cada día por los verdes jardines de palacio hasta la extenuación, y luego se tumbaban al sol para divagar sobre su futuro como reyes. Pues es bien sabido, que no existe nada más puro que la unión sincera entre dos jóvenes enamorados.

Justo antes de ir a clase con el sabio del reino, se reunían bajo su árbol favorito en la colina más cercana a los aposentos del príncipe. Allí se habían conocido cuando tan solo eran unos niños y aquel lugar les transportaba a un mundo mágico de sueños y recuerdos.
Un día la princesa no apareció…