Es realmente dramático para el escritor ponerse en la tesitura más antigua e inquietante del arte de la ficción, ¿Qué historia debería escribir?. Un dilema que siempre se resuelve con la misma respuesta que a la vez es una pregunta, ¿Qué le puede interesar al lector? A todas luces, un marrón. Hoy hablaremos sobre este concepto.


Tanto si el escritor emplea una trama tradicional como si se decanta por una historia tomada de la vida misma o una completa invención de su mente, es primordial saber que no se escogen relatos por puro capricho, ni siquiera por una combinación de elementos tomados al azar. Para el buen escritor, no debe haber nada más fácil como crear historias, de hecho, debería poder crear una historia en su mente cada hora y hacer que sus elementos resulten admisibles y sólidos. Es decir, una secuencia de acontecimientos que desemboque en un satisfactorio clímax final, con unos personajes realistas en un entorno verosímil. Ahora bien, de los miles de relatos y tramas que el escritor ha confeccionado en su mente, solo uno, si es que llegase a ser uno, podrá realmente captar el interés del arquitecto y tendrá la suerte de ser escrito. Puede que simplemente sea un personaje especial, o un concepto que llevaba tiempo queriendo explorar, sin embargo, las ideas son simples ideas y un relato requiere de mucho más que de una simple idea. El escritor debe emplear el método; elaboración de personajes y el entorno donde se desarrollan, el estilo y tono del escrito que le parezca más apropiado para expresar la idea o el sentimiento, el significado final que acompañará al clímax… todos esos elementos que conformarán el relato y podrán comunicar al lector una idea que fue hace meses concebida en la mente del escritor, como si de un parto literario se tratase. Cabe destacar, que una parte de la conclusión del relato se le atribuye a algo llamado «sentido», una especie de atributo universal al que el raciocinio nos ata, postulándose como una afirmación verdadera y rotunda. Si el escritor ha hecho su trabajo como es debido, el lector será completamente capaz de captar ese sentimiento final sin necesidad de mayor explicación, sepa o no, lo que significa ese concepto de «sentido». Así mismo, el lector, muchas de veces de forma inconsciente, puede reconocer si un personaje, situación o «sentido» se ha creado de forma correcta y realizará su juicio de valores sin siquiera saber el motivo. En las buenas ficciones, esta expresión universal tiende a ser demasiado sutil y a expresarse de cualquier manera, y, a pesar de eso, el lector comprenderá perfectamente el valor que se la ha querido dar, como si fuera una moraleja, pero menos evidente.


Dicho esto, no hemos dado respuesta a la pregunta que nos asalta, ¿de qué forma lleva el escritor la trama hasta encontrar un sentido final al relato? Bueno, es realmente simple. Después de darle alma al relato y moldear la idea comenzando por el final, el escritor debe rodear esa bola de luz de diversos elementos ficticios que apoyen la idea y conduzcan al lector hasta ella de la forma más precisa posible, cada uno de estos elementos debe contener su propia carga, eso es evidente, pero sin empañar la idea principal. El arquitecto debe enfundarse el papel de mentiroso para dar las explicaciones más convincentes que se le ocurran para engañar al lector y que conecte con el mundo de la ficción tan bien como lo haría con el mundo real. Por ello, una mala construcción de personaje hará arquear una ceja a más de uno y, si esto ocurre, el castillo de naipes se irá desmoronando poco a poco hasta dar con las palabras prohibidas: «No me ha gustado» o «No me ha parecido creíble».


Otra cosa a tener en cuenta es el género literario. Muchas barreras, evidentemente impuestas por los lectores, se crean alrededor de los géneros literarios. Un error que priva a los más puristas de historias increíbles y realmente trascendentales, es el caso del encasillado género de fantasía y el más reciente descubrimiento de la ciencia ficción. Es un mal con lo que los escritores deben convivir y no obsesionarse, no se puede complacer a todos. Explorar diferentes técnicas y géneros es vital para el aprendizaje, nos obliga a conocer nuestras limitaciones y a saber en que mundo nos manejamos mejor, aunque esto no debe influir en la calidad narrativa de la obra.


Resumiendo, analiza cada una de las miles de ideas que cada día nuestro brillante cerebro tiene a bien brindarnos, escoge la que más te guste o atraiga sin importar que pueda o no atraer a nadie más, elige el género literario, construye paso a paso los personajes teniendo en cuenta la meta y, por último, construye un mundo verosímil para esos personajes. Cuando trabajas día a día con este método, descubres lo fácil que es escribir historias convincentes y que puedan llegar a hacer reflexionar al lector de alguna manera. Ser constante con la literatura ofrece placeres que solo unos pocos llegan a probar.


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Don