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Historia
Sélasor está situada al oeste de Azímur, lindando con las montañas de El Límite, Soho y las ruinas de Lavia. En esta ciudad habitan las misteriosas rusalkas. Pocos son los aventureros con el valor suficiente para irrumpir en los dominios de esta raza, pues se dice que las rusalkas se alimentan de los incautos viajeros que cruzan Puente Nuevo rumbo a Soho, dejando de estos tan solo la ropa y los huesos. Sélasor fue fundada por la hechicera humana Märiam, la cual abandonó Négacar acompañada de sus hermanas y discípulas en busca de poder para alzarse como gobernadoras de Azímur. Se dirigieron hacia el noroeste hasta topar con unas extrañas ruinas de una civilización perdida. El lugar rebosaba de energías místicas y las humanas decidieron asentarse allí durante un tiempo. Al poco tiempo, encontraron sepultada bajo los escombros una biblioteca de textos arcanos. A partir de aquí, Sélasor quedó vinculada por siempre a las rusalkas y su sed de poder, como dos entes que se necesitan el uno al otro para sobrevivir. Una simbiosis perfecta que mantenía a ambos con vida. La unión de ambos quedó sellada con la cúpula verde que creó Märiam para proteger al exterior de sus, ahora transformadas, hermanas. Pero algo inquieta a los historiadores y estudiosos de la magia en Négacar, hombres y mujeres que pasan horas entre libros intentando comprender los motivo y las consecuencias, cargados con cientos de preguntas y pocas respuestas. ¿Qué había antes en la tierra que ahora pertenece a las rusalkas? ¿Quién la habitó? y ¿Por qué la abandonaron? Tal vez, fueron destruidos, o simplemente padecieron el mismo mal que las rusalkas y la codicia los condujo a su propio fin. De cualquier forma, el legado que dejaron los misteriosos seres en Azímur influyó de tal manera que una nueva raza se alzó en su lugar y tomó posesión de su magia, llamada esencia.

La esencia
La esencia es un elemento prácticamente desconocido para los estudiosos de las artes mágicas. Es un poder que vaga libre por Sélasor y las rusalkas han aprendido la forma de manipularlo a su antojo. La esencia se encuentra encerrada en cada individuo de Azímur; es extraída por la raza de brujas para alimentar al ser que mantienen encerrado en su interior y así conseguir la vida eterna. Estos prodigios son posibles fuera de Sélasor gracias a los colgantes esmeralda que portan las rusalkas al cuello; mantienen al demonio dentro y los facilita la manipulación de esencia. Las piedras preciosas son una herencia de los antiguos habitantes de la región, una especie de compactación del elemento en un cristal que emana luz verde. A cada rusalka se le entrega un collar al nacer y jamás pueden quitárselo, ni aunque el demonio en su interior continúe en letargo.
Interior de la ciudad
Sélasor posee una única entrada, pues el resto de la ciudad está cubierta por la cúpula violeta, llamada La Confederación y actúa de aduana impidiendo que ningún otro ser, ya sea mágico o no, entre en la ciudad. Además de controlar el tráfico de sustancias que las rusalkas tienen a bien traer del exterior o las mascotas que adoptan durante sus viajes, normalmente son humanos varones, pero no es de extrañar ver a alguna mujer.
Justo en el centro de la ciudad, hay un enorme esfera encerrada en un artefacto dorado que irradia luz violeta, es el generador del escudo creado por la reina Märiam, el cual debe ser alimentado cada cierto tiempo con esencia o la barrera caerá. Cuando el generador requiere esencia, varios grupos de rusalkas abandonan Sélasor para atraer nuevas presas y que sirvan de fuentes de energía. Este proceso es conocido entre la raza como la caza y es de suma importancia que las presas desconozcan el propósito por el cual han sido elegidas, de lo contrario la esencia encerrada en ellos se corrompe y queda inservible.

La población de Sélasor es reducida pues en ella solo habitan las rusalkas con sus mascotas humanas. Las casas están construidas sobre las ruinas de la antigua ciudad. Como materiales usaron arenisca proveniente de La Sierra de El Límite y cristales azules, rojos y amarillos de una mina cercana. Los edificios son anchos con un tejado ovalado por lo que no suelen tener varios pisos, pero sí varias habitaciones. Una característica poco común de las construcciones de Sélasor es que carecen de puertas, cualquiera puede entrar a una casa ajena sin atenerse a ninguna consecuencia. Esa fue una de las primeras normas que instauró la reina Märiam para intentar fortalecer la unión entre las rusalkas tras la transformación que padecieron.
En resumen, Sélasor es un lugar fantástico para vivir siempre y cuando seas una rusalka, de lo contrario, no intentes siquiera acercarte a la enorme cúpula violeta.
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