Hacía mucho tiempo que no ejecutaban a nadie. Pocos crímenes se castigaban con la pena muerte, pero aquel desgraciado había cometido uno imperdonable. Rick Newman nunca supo porqué fue castigado aquel señor de barba roja, aunque no podía apartar la vista de él, ni del gigantesco reactor que cubría sus espaldas y los mantenía vivos. Según decía la gente, la muerte por vapor era peor que el destierro. Al menos, si te expulsaban de El Ojo Blanco, tenías una oportunidad de sobrevivir en las tierras congeladas del este de Europa. Sin embrago, también hacía mucho tiempo que no llegaba nadie nuevo a la ciudad. El hombre, el cual estaba a punto de ser ejecutado, se mantuvo en silencio durante todo el sermón del general Melagio. Estaba completamente desnudo salvo por una fina tela marrón que le servía de taparrabos y unas cadenas que le ataban las muñecas a dos postes metálicos. Bajo sus pies descalzos había una rejilla con agujeros. Aquel día no era uno especialmente frío en El Ojo Blanco, los termómetros marcaban -20ºC y las calderas de vapor eran suficientes para mantener los barracones calientes. Los seguidores de la nueva religión afirmaban que el ritual de desnudez era necesario para hacer sufrir al penitente el máximo dolor posible antes de espiar. Una dura advertencia para los ciudadanos impuros y un espectáculo violento para un pueblo que hacía años que habían perdido la cordura. Rick sintió lástima por el hombre de barba roja y, por unos instantes, también sintió envidia, su sufrimiento acabaría aquella noche y él debería seguir combatiendo contra un enemigo invisible que poco a poco iba diezmando a la raza humana; el frío. Sin duda, había elegido la peor época para habitar La Tierra.
El general Melagio terminó su discurso y ordenó a sus subordinados que elevaran los dos postes a los que el condenado estaba sujeto, dejándole varios centímetros por encima de la rejilla. Con otro gesto de su mano enguantada, un operario del reactor agitó con maestría varias palancas y un vapor a presión salió despedido por cada uno de los agujeros. Los gritos furiosos de la muchedumbre se confundían con los alaridos del preso y, cuando la nube blanca se disipó, Rick tuvo que apartar la mirada de la amalgama de carne y huesos resultantes. A pesar de la gruesa bufanda que le tapaba la mayor parte de la cara, el desagradable olor penetró en sus pulmones, parecía haberse congelado en el aire. Notó una fuerza que le agarraba la mano y le obligaba a salir de aquella locura. No se resistió.

Me dejaste en vilo una vez más…
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Estoy muy ilusionado con el concepto de esta novela, pero aún está en mantillas 😱
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Seguro que va a salir bien, no tengo la menor duda sobre ello!
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