Cuenta la leyenda griega, que en Tesalia vivió un rey llamado Ixión que gobernaba sus tierras con mano de hierro. Se decía que en Tesalia criaban los mejores caballos de toda Grecia, aunque los más destacados se encontraban en los establos personales de Ixión.

El rey de Tesalia se enamoró de una hermosa joven llamada Día y prometió a su padre, un vasallo llamado Deyoneo, que le regalaría algunos de sus caballos si le permitía casarse con su hija. Sin embargo, después de casarse con Día, Ixión no cumplió su parte del trato, lo que provocó el enfado de su suegro. Deyoneo entró en los establos de Ixión y robó las yeguas del rey. Aquel acto de traición enfureció a Ixión que urdió un plan para vengarse.

El rey de Tesalia invitó a Deyoneo en su palacio para hacer las paces y mostrarle la nueva habitación que había construido para él. Ixión recibió cordialmente al padre de su esposa y le invitó a comer. Después del banquete, Ixión acompañó a Deyoneo a su habitación, pero este se sorprendió al ver que su aposento era un enorme foso en el palacio. Cuando se asomó para ver su interior, Ixión le empujó a traición por la espalda y cayó en el abismo. El fondo del pozo estaba repleto de brasas y fue consumido por el fuego en pocos segundos. Mientras gritaba de dolor, pudo ver el cuerpo de su hija calcinada flotando junto a él. Aquella aterradora escena solo tuvo un espectador, pero este se deleitó con cada segundo que duró.

El crimen no pasó inadvertido para los reyes vecinos que repudiaron a Ixión y condenaron su horrible acto. El gobernante fue depuesto de su cargo, fue insultado y fue apedreado en cada ciudad que visitaba. Tras muchos años de sufrimiento, Ixión rogó a los dioses su perdón y ellos respondieron a las súplicas del desamparado hombre. Zeus se compadeció del que antaño había sido un gran rey y lo invitó a visitar el Olimpo. Allí participó en los banquetes que los dioses organizaban y confraternizó con las deidades Olímpicas, pero el rey cometió un grave error, se enamoró de la diosa Hera, reina del Olimpo y esposa de Zeus.

Después de unos días en la casa de los dioses, Ixión declaró sus sentimientos ante Hera. Ella lo rechazó y fue a contarle lo sucedido a su marido. Zeus no creía a su huésped capaz de hacer tal cosa y creó a una falsa Hera a partir de una nube, a la cual llamó Néfele, con el objetivo de ponerle a prueba. Al día siguiente, Néfele coqueteó con Ixión y el mortal no dudó ni un segundo en unirse a la falsa diosa. Este vínculo carnal dio como resultado unas criaturas abominables mitad hombre y mitad caballo, estos serían conocidos como los centauros.

Zeus expulsó a Ixión del Olimpo, aunque no le castigó, pues sentía cierta empatía con el domador de caballos y conocía de sobra los placeres del engaño y lo difícil que es contener ciertos impulsos lujuriosos.

A su vuelta del Olimpo, el mortal comenzó a alardear con otros hombres de haberse acostado la reina del cielo y de ser inmortal tras haber probado la ambrosía de la mesa de los dioses. Zeus enfureció ante tal descaro y lanzó un rayo que fulminó a Ixión.

Como todos aquellos que desafían a los dioses, su alma fue arrojada al Tártaro y recibió un castigo brutal por parte del soberano del Olimpo.  Fue atado a una rueda ardiente que daba vueltas sin cesar, Hermes usó serpientes en lugar de cuerdas. Estas culebras no han dejado de picar los brazos y las piernas de Ixión ni un solo día, y continuarán haciéndolo por toda la eternidad.




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