Cuenta la leyenda griega, que Minos gobernó sobre la isla de Creta en el mar Egeo. El linaje de este rey era del todo especial, pues era hijo de Zeus y Europa. El dios había secuestrado a la mujer transformándose en un hermoso toro blanco y la llevó en su lomo hasta Creta donde tuvieron tres hijos; Minos, Radamantis y Sarpedón. El primero se sobrepuso a sus hermanos, gobernó en solitario la isla y construyó el imponente palacio de Cnosos con las riquezas acumuladas. Para esta tarea, Minos fue ayudado por un importante arquitecto e inventor ateniense llamado Dédalo.

A pesar del diligente gobierno de Minos, la soberanía del mar Egeo aún estaba en disputa, por lo que decidió suplicar la bendición del dios Poseidón para consolidar su poder. Poseidón acepta la petición y hace emerger del mar un magnifico toro blanco que debería ser sacrificado en su honor. El animal era tan hermoso como el toro en el que Zeus se había transformado para secuestrar a Europa. Minos quedó fascinado con el comportamiento del animal y decidió unirlo a su rebaño como toro reproductor para criar una raza de ganado superior y aumentar las riquezas de su reino.

Ante tal idea, Minos elige sustituir al toro de Poseidón y sacrificar el mejor de su rebaño. Esta acción enfurece al dios de los mares que había entregado el increíble animal para ser sacrificado en honor de su propia gloria y no permitiría que tal falta de respeto a los dioses escapara impune.
Poseidón enloquece al toro, el cual pasa a llamarse Toro de Creta, y comienza a causar estragos en la isla, aunque la venganza del dios no acabaría ahí. Con la ayuda de Afrodita, Poseidón hace que Pasífae, reina y esposa de Minos, se enamore del animal. El toro rechaza el coqueteo de la mujer, por lo que ordena a Dédalo que la ayude a seducir al Toro de Creta. El inventor crea una réplica de una vaca hecha con cuero y madera, e instala un compartimento en el cual se alojaría Pasífae. Así la reina logró consumar su unión con el toro. De esta abominable acción, nacería un ser mitad toro mitad humano, el minotauro.

Este acto hizo caer en desgracia al rey Minos y su reino. La reina intentó criar a la bestia, pero su naturaleza violenta le hacía completamente incontrolable. De nuevo, Minos recurre a Dédalo y le ordena construir una prisión para el monstruo. Dédalo, utilizando su audaz ingenio, construye un laberinto imposible por el cual la bestia vagaría eternamente.
La construcción del complejo dejó en la ruina a Creta y para ocultar su deshonra, Minos encierra en una gran torre dentro del laberinto a Dédalo, a su hijo Ícaro y a Pasífae. El rey alimentaría al Minotauro con siete mujeres y sietes hombres que eran enviados dentro del laberinto y andaban sin rumbo por él hasta que se topaban con el monstruo.

El final del rey Minos no fue agradable. Tras la huida de Dédalo e Ícaro del laberinto, se propuso buscar al inventor planteando un acertijo: ofrecía una caracola espiral y pedía que fuese enhebrada completamente. Cuando llegó a Camico, en Sicilia, el rey Cócalo, sabiendo que Dédalo sería capaz de resolver el acertijo, buscó al anciano. Este ató un hilo a una hormiga que recorrió todo el interior de la concha, enhebrándola completamente. Minos supo entonces que Dédalo estaba en la corte del rey Cócalo y exigió que le fuese entregado. Cócalo logró convencerlo de que tomase primero un baño, y sus hijas le mataron quemándolo con agua hirviendo.
Después de muerto, Minos se convirtió en juez de los muertos en el Hades junto con Éaco y Radamantis. Radamantis juzgaba las almas de los orientales, Éaco la de los occidentales y Minos tenía el voto decisivo.