Si aquel libro hablara… Si aquel maldito objeto de tapas marrones y hojas color ocre hablara, estaría en encerrado en la torre más alta de todo Arkham a la espera de ser sentenciado a muerte.

 – Lo he hecho todo bien. ¡Lo he hecho todo bien! – Grité al libro que reposaba sobre mi ensangrentada mesa de prácticas. – ¿Qué más necesitas?

Me quedé unos segundos inmóvil como si de verdad esperara una respuesta, una señal que nunca llegaría. Hice una mueca de desesperación y me quité la bata blanca con manchas rojas. Arranqué los guantes de mis manos sudorosas y los lancé con rabia a un rincón. Había perdido totalmente la cabeza, aunque eso ya lo sabía desde hacía semanas.

Papel, pluma y tinta

Tomé una hoja de papel, pluma, tinta y comencé a escribir…


Querido Doctor Morgan,

Debo contarle todo lo que ha ocurrido estos días ahora que poseo un poco de mi extinta cordura. Espero que en la universidad comprendan la gravedad de la situación y sepan poner fin a esa locura.

Todo empezó en una exposición de arte. La presentación se realizó en Barcelona. Recuerdo como la ilusión y el júbilo se apoderaban de mí con cada paso que daba. Se iban a reunir los mayores artistas del continente trayendo consigo sus obras más reciente; Cuadros, libros, esculturas… No podía esperar a tenerlos delante.

Cada obra que pasaba ante mis ojos era más espectacular que la anterior. La genialidad de los autores parecía no tener límite. Singulares figures, novedosas formas de expresión, innovadoras corrientes artísticas traídas de todo el planeta. Sentía una plenitud nunca antes experimentada. Hasta que vi ese libro. Ese libro de tapas marrones y hojas color ocre.

Había escuchado mucho acerca de libros prohibidos, manuscritos demoniacos y la censura de lo impío, pero jamás lo había experimentado en mis carnes. En mi mente. En mi realidad.

Un señor bien vestido y con aires de riqueza comenzó la exposición con la típica advertencia sobre los poderes místicos de su artículo. Por lo visto, aquel hombre era un experto ocultista español que había viajado por todo el continente presentando un libro que él mismo había escrito. Aseguraba que el manuscrito tenía poderes. Desprendía orgullo y fascinación con cada palabra que pronunciaba. Quedé prendado al instante.

Tras presenciar todas las ponencias, tan solo podía pensar en ese libro místico. ¿Qué poderes encerraba?, ¿Sería un libro demoníaco?, ¿Con que propósitos podía ser usado? Las preguntas asaltaban mi cabeza mientras caminaba por las concurridas calles de Barcelona, hasta que un hombre con gabardina y sombrero me sacó de mi ensimismada marcha. Para mi sorpresa, era el señor del libro. Ahora no parecía tan orgulloso, sus ojos mostraban temor y enajenación. Era como si alguien guiara sus pasos.  Fue claro en su sentencia “El libro te ha elegido, al fin soy libre”. Me entregó la pieza en un sobre amarillo y se perdió rápidamente entre la gente de la ciudad.

Regresé a mi casa de Arkham tan rápido como pude. Cancelé el resto de eventos que tenía previstos y tomé el primer avión que me fue posible. Debía estudiar ese libro y desentrañar sus secretos. En mala hora tomé esa decisión.

Las semanas siguientes a la adquisición de la obra las recuerdo con alegría y excitación. El mundo había dejado de existir para mí, no comía y apenas dormía. Llegué a memorizar pasajes completos, fórmulas y rituales. El punto culmen del estudio llegó con “El Ritual”, así lo llamaré a partir de ahora “El Ritual”. Sí, así lo llamaré.

El Ritual” consistía en atraer un ente y anclarlo a este mundo. Un ser que iba más allá de mi entendimiento. A pesar de mi vasto conocimiento etnológico, no sabría cómo calificarlo. Según el libro, el ser se encontraba al otro lado de lo que el escritor había calificado como “El Velo”. Una pared invisible que separa nuestra realidad con otra muy distinta. Si fuera posible atraer al ente y analizarlo como es debido, podría suponer un avance en la ciencia nunca antes visto por la humanidad.

Juro que mis intenciones siempre fueron buenas. Fueron buenas. Juro que fueron buenas. ¡Ha sido este maldito libro! Susurra promesas a mi oído.  Envenena mi mente con palabras. Entra en mi cabeza y explora cada rincón buscando mis más profundos deseos. No puedo más.

El Ritual” ha sido un fracaso. No he conseguido completarlo satisfactoriamente. Tantos sacrificios inocentes… ¡Para nada! Solo espero que Dios me perdone por todo el mal que he cometido. Por todas esas personas que he forzado a tomar parte en la invocación.

Ojalá mis notas resulten útiles de alguna forma, aunque solo sea para que alguien no cometa mis mismos errores.

Adiós Dr. Morgan. Encontrará mi cuerpo sin vida en el improvisado laboratorio que he montado en casa junto a los otros seis cadáveres que han formado parte de “El Ritual”.

Le deseo lo mejor.


Hecho esto, solo quedaban dos cosas por hacer; Enviar la carta y cumplir mi promesa final.

La primera tarea la cumplí rápidamente y sin vacilar. La segunda no será tan fácil.

Dejé todas mis notas listas para ser descubiertas. Ordené todos mis asuntos tranquilamente como intentando retrasar todo lo posible el momento de mi fracaso.

Cuando no hubo nada más que hacer, cogí el revólver del cajón y lo introduje en mi maltrecha boca. Dediqué unos segundos a pensar en cómo había llegado a esa situación y a suplicar por mi liberación entre oraciones y lágrimas.  

Lo último que recuerdo después del disparo, son las emponzoñadas palabras del libro que seguían retumbando en mi cabeza.

“Ritual completado”.

“Recipiente listo para ser usado”.

Seguidamente, la oscuridad me invadió… Para siempre.

«El Ritual»