Érase una vez un rey temeroso que amaba muchísimo a su preciosa hija. La amaba tanto, que la encerró en una torre gigantesca sin ventanas y con una única puerta de acero impenetrable. Ordenó construir el edificio tan lejos que nadie pudiera llegar, tan alto que rozase el cielo los días nublados y tan fuerte que ningún ejercito pudiera conquistarlo. Solo él podía entrar y salir del encierro para visitar a su querida hija.

La Torre

Ella siempre se alegraba de ver a su padre, pues no conocía otra cosa que no fuese su amor y afecto. En ocasiones preguntaba “¿Por qué estoy aquí?” a lo que su padre contestaba sonriendo “Para que nadie pueda hacerte daño.”

Pasaron los años y la niña se hizo mujer, una mujer insegura, desconfiada del mundo y que solo conocía el cariño incondicional del rey. Los libros de historia para ella eran pura fantasía, mundos irreales que algún loco había escrito en su delirio. Los cuadros de bonitos paisajes que adornaban la torre, eran pinturas infernales y enfermizas para la princesa, pues para ella, el universo era la oscura torre y su padre.

El rey era una persona justa y buena con su pueblo, siempre miraba por los suyos e hizo prosperar el reino durante su mandato, pero el tiempo llegaba a su fin. La muerte rondaba la cama del gobernante cada mañana y le avisó para que determinase su legado antes de partir con ella al sueño eterno.

No poseía hijos varones, tan solo su querida e inestimable hija confinada durante años. Alguien debía gobernar aquel lejano reino y por ley debía ser ella.

“¿Por qué me encerraste aquí papá?”

“Para que nadie pudiese hacerte daño. Ahora debes cumplir tu deber.”

El hombre liberó a su hija para que reinase tras su muerte. Le costó un tiempo adaptarse al exterior, el cual veía extraño y amenazante. Al cabo de unos meses, su padre falleció y la mujer tuvo que lidiar con una tarea que no quería y para la cual no estaba preparada.

Los años posteriores a su coronación, se recuerdan como los más oscuros y desoladores del reino, sin embargo…

¿Cómo culparla a ella? Había estado toda su vida encerrada en un torreón.

¿Cómo culparlo a él? Solo quería proteger lo que más amaba.

La Reina Temerosa

“Para que nadie pueda hacerte daño… Aunque el mayor daño te lo estoy haciendo yo mismo”

El Rey Temeroso

Historia original de Don.

PostMortem.