-Está bien, te lo acepto, pero recuerda que me debes 6000 nedas de Jote.- Aquella reacción sorprendió al orco, poca gente aceptaba tan rápidamente. Una sonrisa asomó en su verde cara.
Tras adquirir una nueva deuda, salieron del local. Ódrog se tambaleaba de un lugar a otro hasta que Oritonina sujetó el hombro del orco tratando de ocultarlo, pues se avistaba la llegada de un grupo de hombres a caballo junto con un carruaje que le resultó familiar al orco. Los hombres cabalgaban rápidamente, pero el primero de ellos iba especialmente veloz, levantando una nube de polvo tras de sí.

-Tú… – Exclamó el líder frenando justo delante de los dos sujetos.
-Me he adelantado – cortó Oritonina desafiando con la mirada al humano que iba vestido con una armadura negra.
-La presa ya era nuestra, pero se le escabulló a mi segundo al mando. – El humano lanzó una mirada de odio al que parecía ser su segundo y este no tardó en mirar al suelo como un niño que está siendo regañado por su padre. Acto seguido, miró a Ódrog y ordenó de forma contundente. – Monta en el carro escoria.
-¿Que me monte en el carro? ¡Tú no sabes quién soy yo! – Afirmó Ódrog con decisión en sus palabras.
-Precisamente por saber quién eres te lo ordeno.
Oritonina se mantenía firme en su posición. -Ahora es mi prisionero.
-Deja ese cuerpo y muéstrate, cambiante.
Oritonina empezó a cambiar de forma ante la atónita mirada de Ódrog. Convulsiones, crujidos de huesos… Aquel ser acababa de destruir su antigua forma para crear una nueva, dejando paralizados a algunos de los que allí se encontraban pues nunca habían presenciado algo semejante. Ahora era otro hombre, de pelo largo y negro, y orejas picudas. Mucho más alto y esbelto. Sus ojos se habían vuelto verdes y las facciones de su cara se habían afinado hasta tal punto, que su piel parecía de porcelana.
-¿Esa es tu nueva forma, Siete? -se burló el jefe.- La otra me gustaba más.
-Padre no estará nada contento con esto. Era mi presa. – Ahora la voz de este nuevo ser era diferente, un eco acompañaba cada palabra que pronunciaba.
-Corre con tu papaíto, pero la recompensa es mía -enseñó sus dientes como un perro que defendía un hueso.
Ante aquel espectáculo, los efectos del alcohol desaparecieron y volvieron los recuerdos a la memoria del orco, que había pasado a un segundo plano mientras discutían sobre quien sería su nuevo dueño.
-Sois los mercenarios…- susurró. Sabía lo que aquello significaba, iban a por él.
– Y tú eres nuestro prisionero, permíteme presentarme como es debido. Mi nombre es Repus el Poderoso.
Ódrog, finalmente, aceptó de mala gana entrar en el carro no sin antes intentar persuadir inútilmente a sus captores. Repus era un famoso traficante del lugar, no le importaba nada salvo el trueque y las personas eran su moneda de cambio favorita. No era un humano especialmente grande ni fuerte, es más, era bastante pequeño para su cargo, pero su carisma yliderar un grupo de mercenarios le hacía temido por las tierras de Azímur. Repus tenía unos aires de superioridad mayores a los de su envergadura, siempre fanfarroneaba de sus capturas y de las mercancías con las que traficaba. Numerosos tatuajes adornaban su cuerpo y poseía baratijas incrustadas en la piel, en su mayoría de cobre y alúmina, metal que hacía las veces de plata, aunque de un valor muy inferior. Una armadura negra con adornos rojos cubría su torso que muchas veces llevaba al descubierto.
El carro constaba de una enorme caja de madera con dos compartimentos, uno para los prisioneros y otros para los víveres, tirado por caballos. El trasporte estaba privado de ventanas salvo por una pequeña rendija que ofrecía una muy reducida visión del exterior. Además, tan solo contaba con una puerta de entrada y salida.
El cambiante o Siete se había marchado al galope rumbo al Sur. Ódrog sabía que acabaría muy mal parado si llegaban a su destino, los prisioneros siempre iban a parar a las minas de Rádim un horrible lugar del que nadie salía con vida. No había mucha información sobre las minas ni sobre lo que allí se practicaba, solo que aquel que entrase no volvería a ver la luz del Sol.
-Perdonadme la vida mi señor, no he hecho nada malo -suplicó Ódrog.
-Yo no soy el que te va a perdonar la vida amigo mío. Solo soy un intermediario y no eres un prisionero ordinario. Me han pedido que te lleve con vida y de una pieza al portón de Dámerof, así que no podremos divertirnos contigo- dijo Repus con una profunda tristeza en su voz y soltando un largo suspiro.
-Me gustaría saber quién me reclama.- Un tono de preocupación apareció en la voz del orco.
-Lo veras muy pronto. No sé qué has hecho o de dónde vienes, pero está realmente ansioso por recibirte…
Capítulo 3
-Azímur
Este personaje está basado en un amigo de Stonergëk @Nygaranth Allyster
El hombre perfecto para encarnar al despiadado y cruel capitán de los mercenarios.
Gracias.
Representación artística de Repus El Poderoso