Tengo el trabajo más fácil del mundo.
Me siento frente a una pared blanca en la que hay dos orificios y a mi lado tengo una cesta llena de bolas azules. De los huecos caen bolas de todos los colores que se pierden por una especie de sumidero ubicado en el suelo.
Mi función es coger las bolas azules y echarlas a la cesta. Toda mi vida y toda mi existencia consiste en la única y trivial tarea de: Coger una bolita azul de un agujero y echarla en una maldita cesta. Ya está, es todo lo útil que hago al cabo del día.
Después de diez horas así, salgo del cubículo 123.781.450 situado en el séptimo edificio de la ciudad de Nueva Murcia. Cobro mis cinco euros al día, que apenas me da para una lata de Coca-Cola y una sopa de sobre, y me voy a casa en tren, aunque ojalá pudiera llamar casa a un claustrofóbico apartamento a las afueras. Siempre me pareció raro el hecho de que, nuestro nuevo gobernante, nos haya dejado mantener las viejas costumbres, como el transporte, la moneda y los refrescos ultra azucarados.

Tras la muerte sin descendencia del último Borbón, todos en España temimos por otra guerra civil provocada por la ambición de ciertos sectores. Sin embargo, la propuesta que salvó nuestra nación vino de manos de un extranjero, un veterano profesor sudamericano que ejercía la docencia en una universidad madrileña.
Estábamos en el 2057, ya nada impedía que construyéramos un líder cibernético, por mucho que a los ultraconservadores católicos no les gustara la idea de convertirse en creadores por un día. Las películas de ciencia a ficción que tanto me gustaban de niño, estaban a punto de hacerse realidad. Lo llamamos Elohim cuyo significado es: Poder, fuerza, Dios…
Para su invención, el Creador se rodeó de equipos compuestos por los programadores e ingenieros mejores cualificados. Construyeron su mente a partir de los grandes líderes mundiales, eliminando lo que los condujo al inevitable al fracaso. A parte de sus evidentes deficiencias humanas, había un factor común en todos ellos, la soberbia. Esa cualidad tan común en nuestra especie había destruido la mayoría de imperios, ese sentimiento de superioridad, creerse intocable y despreciar al resto de seres.
Toda la asamblea española aplaudió la entusiasta idea, un gran proyecto colectivo que uniría a toda la nación en el mayor plan tecnológico visto por el ser humano desde la bomba atómica. Quizá estábamos ante la máxima expresión del socialismo mundial, pero aún no sabíamos el alcance de nuestros actos.
Como cabía esperar, el bloqueo económico por parte de la Unión Europea fue durísimo, todos se opusieron por completo a nuestra enajenación colectiva, el precio del cobre y el silicio se encareció. Apenas podíamos comprar algo a nuestros aliados inglés, que por aquel entonces poseían su propio gobierno. Pronto nos quedamos sin materia prima para construir ordenadores.
Diez años después de la aprobación, Elohim estaba casi construido pero arrastrábamos un problema evidente, la cantidad de hardware requerida para una inteligencia artificial de ese calibre era desmesurada.
De nuevo, la mente de nuestro venerado Creador, salvó aquella situación desfavorable. “Carecemos de cobre y silicio pero no de buenos ciudadanos.” La propaganda y bombardeo de publicidad fue bestial, no había persona que no quisiese formar parte del Futuro, sí, así era como lo llamaban. Y por si fuera poco, un favorable tratado con el Norte de África pudo dotarnos de toda la mano de obra barata que necesitábamos.
Realmente, lo único que se necesita para tener todo cálculo posible es una Máquina de Turing. Pero no hacía falta ir tan lejos teniendo ingentes cantidades de seres humanos. En vez de transistores, micro controladores, memorias… Pondríamos personas devotas y comprometidas con la causa. La idea era tan loca como brillante.
El 17 de Julio de 2069 se puso en funcionamiento el primer caudillo robot de la historia, siendo su “cuerpo” un 30% de patriotas españoles. Elohim tenía el control de todas las operaciones económicas. No existía el error, la oferta y demanda subían o bajaban con una precisión milimétrica. En pocos días, el país empezó a funcionar mejor que nunca.
Nuestros enemigos estadounidenses no tardaron en alarmarse de nuestro gran éxito y comenzaron los ataques. Hubo hasta tres atentados contra las instalaciones de Elohim situadas en Madrid. En total, el complejo se extiende más de 8.000 kilómetros cuadrados y afortunadamente no tuvieron consecuencias.
La peor parte vino de la propaganda capitalista. Utilizaron todas sus redes para mandar noticias y tejer noticias falsas acerca de nuestra creación. Decían que nuestro líder no comprendía nada, que no sabía lo que hacía, que solo era una simulación de pensamiento, la máscara de una nación decadente, una ficción…

Muchos camaradas dudaron de nuestros ideales, un contralavado de cerebro que casi surte efecto y echa a perder el gran plan. Quedó demostrado que las palabras son más dañinas que las bombas.
El Creador, el heraldo, el gran arquitecto, abandonó España horrorizado de su obra. Elohim tardó solo dos años en crear un plan armamentístico óptimo.
Puede que ni las máquinas se salven de ese sentimiento que intentamos borrar .
Puede que sea imposible evitar que hasta el más supremo organismo intente conquistar a uno que considera inferior.
No tengo nombre, ya no. Mi identificación para el régimen es 164732MB, séptimo edificio de la ciudad de Nueva Murcia. Me han dicho que soy una parte fundamental de la mente del líder supremo, una parte fundamental de la mente de Elohim, una parte fundamental de Dios.
