-¡Dejadme hijos de furcia! -Kúnaj estaba totalmente rodeado de aquellos seres que intentaban aferrarse para inmovilizarlo. Él les golpeaba con puñetazos y patadas, pero eran demasiados y no quería dañar a nadie con sus dagas.
Hordanel por su parte cogió su enorme maza y comenzó su incursión personal para rescatar a su amigo, pero Kúnaj atraía a los lugareños como la miel a las abejas y no paraban de agolparse en torno a él, por suerte para ambos solo unos cuantos iban armados.
De pronto se escuchó un rugido de plena furia que provenía del centro de la lucha.
Hordanel se detuvo en seco. -Oh no, otra vez no. – Se dio media vuelta y empezó a correr en dirección contraria partiendo cabezas a su vez.
Kúnaj se había convertido en una bestia, sus ojos se tornaron rojos como el fuego, al igual que su piel. Sus garras y dientes se afilaron tanto, que parecían pequeñas espadas unidas con un propósito letal y su musculatura aumentó de tal manera que ya no quedaba rastro del simpático amigo de Hordanel. El nórbak había perdido completamente la razón.
-Azímur. Capítulo 4

-Mr. Gumias
Cuando la ira inunda la mente, el corazón solo puede albergar un único sentimiento de odio hacia todo lo que le rodea.
-Doble o Nada